La propuesta de Guillermo Bonfil en su libro
México Profundo. Una Civilización Negada a mí ver se condensan en estas tres ideas:
• Hay un reto a la imaginación que sólo podremos enfrentar a partir de una auténtico reconocimiento de nuestra realidad y encontraremos ahí, al develar prejuicios, al
liberar nuestro pensamiento colonizado, al recuperar la decisión de vernos y pensarnos por nosotros mismos, al protagonista central de nuestra historia y al componente indispensable de nuestro futuro: el México Profundo (Bonfil 1987: IV).
• La permanencia de los pueblos indios es el indicador donde se encuentra la vitalidad profunda de México y donde están los principios de un proyecto civilizatorio diferente (Bonfil 1987:206).
• La permanencia de los pueblos indios implica necesariamente la existencia de un proyecto histórico que actualiza la civilización mesoamericana (Bonfil 1987:242).
Su libro contiene tres partes: una primera parte que llama “La civilización negada” en la que describe el perfil de la Cultura India actual. Una segunda parte intitulada “Cómo llegamos a donde estamos” donde hace un análisis del proceso histórico; en el que traza lo que él llama “la crónica del desastre” y el “memorial de la ignominia” ya que lo considera como “historia de de la violencia cotidiana, la explotación, el desprecio, la exclusión” considerándolo como elemento contrastante “indispensable para equilibrar la visión de todos sobre México”. Paralelamente señala cómo el empeño por imponer un modelo cultural único lleva a “no aprovechar lo que tenemos y a provocar una situación de esquizofrenia en la que la realidad marcha por su rumbo mientras que el proyecto nacional imaginario sigue el suyo” (Bonfil 1987:245). Una tercera parte en la que propone el realizar un “Proyecto Nacional y Proyecto Civilizatorio” donde formula un proyecto que implica un modelo de sociedad pluricultural.
Para Bonfil (1987) han existido dos méxicos que han estado en conflicto: el
México imaginario que comprende los grupos y clases dominantes del país y son impulsores del proyecto occidental, y, el
México profundo que encarnan la civilización mesoamericana que resiste en la base de la pirámide social. Esta confrontación de cinco siglos requiere plantear un nuevo proyecto de nación que incorpore como capital activo todo lo que realmente forma el patrimonio que los mexicanos hemos heredado (Bonfil 1987:10-12).
A partir de la implantación del régimen colonial el espacio, no sólo la sociedad, se dividió en dos polos irreductibles y opuestos: la ciudad fue el asiento del poder colonial; el campo, el espacio del colonizado, espacio del indio y así como el espacio quedó delimitado, de la misma forma lo fue la población. Aunque los términos antropológicamente considerados, han provocado controversia entre los estudiosos y no hay un consenso, en la terminología que utiliza Bonfil existen diversos tipos de mexicanos los describe de la siguiente manera:
1.
La sociedad mexicana no-india que comprende los sectores de las clases altas proviene más o menos directamente de los colonizadores españoles y son proclives a la conservación de formas culturales no-indias, para quienes su motivo central era el oro, la plata, el enriquecimiento rápido que les daría el honor que no habían alcanzado en España. Los privilegios que heredaron hacen que detenten la riqueza, el poder y tiendan a justificarse como resultado necesario de una superioridad natural visible en las diferencias raciales (Bonfil 1987:76). Tienen además, una mentalidad colonizada, sustentada en un orden de dominación que los beneficia, y ha impedido a esos grupos dirigentes, considerar cualquier alternativa cultural que se aparte del esquema accidentalizado que asumen rígidamente por incapacidad, por conveniencia, por sumisión, o en el mejor de los casos, por simple ceguera ante la realidad propia (Bonfil 1987:106).
2.
El mundo campirano tradicional está formado básicamente por comunidades con cultura india que han perdido la identidad correspondiente, no por el abandono de una forma de vida social que corresponde a la civilización mesoamericana, sino fundamentalmente como proceso ideológico por las presiones de la sociedad dominante que logra quebrar la identidad étnica de la comunidad india (Bonfil 1987:80).
3.
El indígena. Se reconoce al indio a través del prejuicio fácil: flojo, primitivo, ignorante, si acaso pintoresco, pero siempre el lastre que nos impide ser el país que debíamos ser. Tienen su propia lengua materna que se les negó la hablaran y la ocultan y se niegan hablarla (Bonfil 1987:45). Además, como colonizados, se les fue arrebatando el control sobre muchos de sus elementos culturales (Bonfil 1987:109-110). Para Bonfil el indígena es mucho más que eso por la evidencia de que los pueblos indios han resistido cinco siglos de dominación y oposición colonial.
“¿De dónde sale su decisión de permanecer y continuar? ¿Cuáles son las fuentes de esa voluntad para seguir haciendo historia por sí mismos? ¿Qué resortes interiores han puesto en juego para persistir en su propio proyecto, durante siglos, bajo condiciones incomparablemente más difíciles?
La respuesta está en una fuerza espiritual que es su contribución para formular un nuevo proyecto nacional, viable y auténtico (Bonfil 1987:227).
Los tres componentes de la población mexicana que propone Bonfil (1987) se muestran en la tabla a continuación:
Un término que utiliza Bonfil, que a mi ver, es uno de sus grandes aciertos es el de
desindianización al que define cómo un proceso histórico a través del cual poblaciones que originalmente poseían una identidad particular distintiva, basada en una cultura propia, se ven forzadas a renunciar a su identidad, con todos los cambios consecuentes en su organización social y su cultura. La desindianización no es resultado del mestizaje biológico, sino la acción de
fuerzas etnocidas que impiden la continuidad histórica de un pueblo como unidad social y culturalmente diferenciada. El proceso de desindianización iniciado hace casi cinco siglos ha logrado, mediante mecanismos casi siempre compulsivos, que grandes capas de la población mesoamericana renuncien a identificarse como integrantes de una colectividad indígena delimitada, heredera de un patrimonio cultural específico, y asuman el derecho de tomar decisiones en relación con todos los componentes de ese acervo cultural -recursos naturales, formas de organización social, conocimientos, sistemas simbólicos, motivaciones, etc.- (Bonfil 1987:42).
“La desindianización se cumple cuando ideológicamente la población deja de considerarse india, aun cuando en su forma de vida lo siga siendo. Serían entonces comunidades indias que no saben que son indias” (Bonfil 1987:80)
Junto con el término desindianización está en correlación el término racismo que aunque no es privativo de la experiencia mexicana si lo es la manifestación particular que tiene en el medio mexicano “En este racismo hay mucho más que una preferencia por ciertos rasgos y tonalidades.
La discriminación de lo indio, su negación como parte principal de “nosotros” tiene que ver más con el rechazo de la cultura india que con el rechazo de la piel bronceada. Se pretende ocultar e ignorar el rostro indio de México, porque no se admite una vinculación real con la civilización mesoamericana” (Bonfil 1987:43).
Son problemas que nos remiten de nuevo a la situación colonial, a las identidades prohibidas y lenguas proscritas, al logro final de la colonización, que es alcanzado, cuando
el colonizado acepta internamente la inferioridad que el colonizador le atribuye y reniega de si mismo, busca entonces, asumir una identidad diferente, otra identidad (Bonfil 1987:46).
Con estos dos términos: racismo y desindianización llegamos al culmen del conflicto con la escisión cultural Bonfil 1987:94. Para Bonfil en México, no ha habido una coexistencia entre no-indígenas e indígenas, sino una
relación asimétrica de dominación y subordinación que el cataloga como etnocidio (Bonfil 1987:79).
Si se hubiera dado la coexistencia, esta facilitaría el intercambio cultural recíproco y podría culminar en la unificación, tal como se proclama en la ideología oficial, pero las desigualdades y diferencias en el caso de México tienen un trasfondo más profundo que condiciona la dinámica cultural.
La cultura mesoamericana se ve entonces limitada y apartada de los modelos que la caracterizan en una sociedad sólida y antigua capaz de experimentar una variación y los desniveles que pueden llegar a conformar verdaderas sub-culturas dentro de un marco general común.
Es esta la razón por la cual lo que actualmente llamamos avanzado, moderno y urbano, no es la punta de lanza de un desarrollo propio, interno, sino la resultante de la implantación de la civilización occidental desde arriba; y lo que llamamos atrasado, tradicional y rural, no es el punto de partida de aquella avanzada, sino el sustrato indio de civilización mesoamericana. Tenemos por lo mismo una
escisión cultural manifestada en un
México imaginario y en un
México profundo.
A decir de Bonfil como consecuencia de esa escisión cultural, lo que se ha propuesto como cultura nacional, en los diversos momentos de la historia mexicana, puede entenderse como una aspiración permanente por dejar de ser lo que somos, entonces, la mayoría de los mexicanos sólo tiene futuro a condición de que dejen de ser ellos mismos, dejar de ser para ser otro; nunca como una actualización que provendría de una transformación interna (Bonfil 1987:106).
La propuesta de Bonfil (1987) es el punto de partida de mi tesis doctoral
La identidad könkáak/seri: Mecanismos discursivos en la construcción de una identidad donde se realiza desde la lingüística pragmática contextual un análisis de diversas etapas histórico-discursivas explicitando la manera como se ha generado estereotipos sociales identitarios, y desde ahí, proponer la pluralidad simétrica en la construcción del México actual.